(Como imposible ha sido, por motivos de trabajo, escribir en esta bitácora durante un tiempo, lo cual me da bastante rabia)
Todos hemos de coincidir en que regañar a los niños es fundamental; no podemos dejar que den rienda suelta a todos sus instintos y siempre se hace necesario fijar los límites de su comportamiento.
Sin embargo, con un hijo como el nuestro esta tarea se puede convertir en una misión imposible.
Porque muchas veces hace cosas que merecen una regañina o un castigo. Contesta mal, grita, pega a su hermana. Y en ese momento hay que regañarle. Cualquier niño, ante esa amonestación bien llora o bien se calla y baja la mirada. Él no. Él repite aumentado lo que tú le dices. "No hagas eso". "¡No hagas eso tú!". "Estoy enfadado contigo". "¡El que se ha enfadado soy yo!". Y así.
Curiosamente, estos comportamientos tienen lugar sobre todo en casa. En la consulta de sus sicólogos nunca. Tanto es así, que cuando lo consultamos nos llegaron a pedir que le grabásemos en vídeo en casa para poder analizar la reacción ya que ni intentándola provocar se producía en el despacho de su sicóloga. Con estos datos, queda claro que aún nadie ha sido capaz de sugerirnos una solución para esto y sólo nos queda aguantar esos gritos, esas reacciones exageradas que casi siempre suelen terminar en una llantina acompañada por un "pregúntame qué me pasa"...
EL LOGOPEDA EN LA ENFERMEDAD DEL PARKINSON
Hace 7 meses
1 comentario:
Yo añado algo más: el síndrome de "tócame Roque".
En casa estos pequeños se extreman; todas sus energías se van en acoplarse, disimular en público, en esa vasta selva que es el mundo exterior... pero cuando llegan a casa... Ay, temblad, padres y madres, porque ahí es que se extreman.
Y la maestra no lo cree, y el terapeuta tampoco.
Y las abuelas se encogen de hombros y dicen: "es que lo tenéis muy mimado".
En fin, si yo te contara...
Saludos.
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