Nos acaban de entregar las notas y nuestro hijo, con sus adaptaciones curriculares, ha superado las pruebas y va a pasar a Tercero de Primaria. Por tanto no sólo acaba el curso, sino también un ciclo que abarca los dos primeros años en esta nueva etapa.
El balance es, en general, positivo, aunque con sus sombras. Ya he comentado por aquí que valoramos enormemente el esfuerzo hecho por el equipo de orientadoras del colegio, que con unos medios ciertamente precarios están trabajando y estudiando intensamente para apoyar a nuestro hijo. Es algo que agradecemos mucho y que nos sirve para estar seguros de mantenerle en este centro mientras podamos, ya que está bastante bien integrado en él (ellas nos han dicho que van a hacer lo posible para que él este allí "hasta que le salga bigote") y ello a pesar de la existencia en nuestra ciudad de algunos centros preferentes con planes especialmente adaptados para niños con trastornos generalizados del desarrollo.
La sombra ha estado en la profesora que ha tenido estos dos años. Ha podido con ella. Para ella, posiblemente es un alivio haber terminado con este grupo. Tampoco la culpo demasiado. Es una mujer cercana a la jubilación, una profesora "tradicional" poco acostumbrada a la digamos "diversidad" en las aulas. Hace ya bastante tiempo un pediatra nos dijo que en los colegios y guarderías los profesores lo que querían era "o veinte listos o veinte tontos, pero no dieciocho y dos". Quizá las nuevas hornadas vengan más acostumbradas a que dar clase en un colegio ya no se va a limitar a explicar una lección, sino a tener que adaptarse a las cada vez más variadas necesidades especiales de determinados alumnos, ya sea por su desconocimiento del idioma al ser unos recién llegados o, como en el caso de nuestro hijo, porque su alteración le haga ver el mundo de una forma diferente a la habitual y que muchas veces no se comprende. Porque pensar que algunas actitudes de nuestro hijo eran actos premeditados contra ella es no entender la mente de alguien con síndrome de Asperger, que es incapaz de maquinar nada.
Por eso, Dios padre me perdone, cuando en enero de este año esta profesora sufrió una fractura en un brazo y se dio de baja y en su sustitución vino una persona más joven que además es experta en educación especial, casi que me alegré. No por el daño de esta profesora, sino por ese aire fresco que permitió que el pesimismo acumulado en los meses anteriores (lógico, si en una reunión se nos da a entender que "no puede con él") y gracias al que, sin ambages, me permito decir que nuestro hijo ha progresado más en los casi seis meses que ha estado con esta otra profesora que en el resto de los dos años del ciclo. ¡Que importante para niños como nuestro hijo contar con profesores que les comprendan, aunque sólo sea un poquito!
¿Reciclado imposible? ¿Profesor maduro igual a profesor incapaz de llevar una clase con alumnos que tienen necesidades especiales? No quisiera creerlo, me gustaría que éste fuese un caso aislado de algo en extinción...
EL LOGOPEDA EN LA ENFERMEDAD DEL PARKINSON
Hace 7 meses