(Jim Parsons, actor que da vida al Dr. Sheldon Cooper)
Foto: Martini
Durante mucho tiempo he leído noticias y artículos relacionados con el Síndrome de Asperger en los que se hace alusión al personaje de Sheldon Cooper, de la serie The Big Bang Theory, como una especie de paradigma. A pesar de mi escepticismo ante las listas de "famosos" a los que se asigna este síndrome, nunca me había pronunciado sobre este caso concreto, entre otras cosas porque no había visto la serie. Pero ahora ya llevo bien entrada la segunda temporada y creo que ya tengo criterio para dar mi opinión.
Sin rodeos, no creo que sea un buen ejemplo. Más bien tengo la impresión de que no es más que otro eslabón en la cadena que algunos pretenden crear para conseguir dar un aire "glamuroso" al Asperger. Si triunfadores como Bill Gates, grandes genios como Einstein, Mozart o Newton, enormes artistas como Spielberg son presuntos Asperger (algo que siempre he dudado), no es raro que un personaje con un cociente intelectual de 187, genio de la física y rarito como él solo tenga, cómo no, que engrosar la lista.
Pues no. No estoy de acuerdo. El personaje de Sheldon es un genio, sí, es maniático, sí, tiene problemas en sus relaciones personales, sí. Pero su dificultad no viene de que su cerebro funcione de otra manera: él, sencillamente, se considera superior a todo el mundo y casi nadie es digno de él, porque nadie le puede seguir a su mundo. Un mundo que realmente se ha construido él solito, no es un lugar en el que se encuentre involuntariamente como le sucede a la gente con TEA.
Claro está, relacionar al Dr. Cooper con el Asperger (es algo que se ha llegado a preguntar a los guionistas de la serie y lo han negado) permite seguir con la historia de que quienes lo son no son más que genios estrambóticos con dificultades de relación, pero siempre con una inteligencia superior y un enorme potencial para convertirse en unos verdaderos triunfadores. Y la verdad es que no es así. Sin duda habrá Asperger que sean enormemente inteligentes, pero seguramente su proporción no es superior a la de superdotados que a la vez son neurotípicos. Habrá Asperger con una inteligencia normal e incluso hay gente Asperger con un cociente intelectual por debajo de la media. Todos necesitan ayuda, todos. Ninguno será un Sheldon Cooper autosuficiente, arrogante y consciente de su superioridad intelectual, tanto como para imponer innumerables condiciones para mantener una amistad. Para un Asperger el problema muchas veces no es mantener una amistad, sino conseguirla.
Dejemos de lado, pues, los estereotipos. Cada persona Asperger -como cada persona que no lo es- es un mundo y generalizar no es bueno; menos aún si esa generalización lo que pretende es revestir de un halo de distinción lo que en realidad es un problema que hay que solucionar -o al menos mitigar- con muchísimo apoyo en todos los aspectos de la vida.