Cierta vez comenté un tanto asombrado a una de las sicólogas de nuestro hijo cómo le veía más alterado en un momento, las vacaciones, en las que yo creía que iba a estar más tranquilo, más a gusto, en el lugar donde se siente mejor y más seguro, su casa. Sin embargo ella me dijo que era al revés, que la ruptura de la rutina diaria le crearía más estrés y podrían salir más a la luz los "métodos" que él tiene para liberarse de ello (las frases estereotipadas, los comportamientos obsesivos, el meterse con su hermana...) Y aparecen los tiempos muertos, los peores enemigos de un niño con Síndrome de Asperger...
Los niños llevan varias semanas de vacaciones y lo que observo es que esas rutinas tienden ahora a ser sustituidas por otras. Y que siempre que se quiebra esa rutina surge el conflicto. Por ejemplo, hemos ido algunos fines de semana a una casa que sus abuelos tienen en la sierra de Madrid. Allí es feliz, bien es cierto que en alguno de los casos por sus "cosas" (puertas, telarañas...), pero sobre todo por la piscina, quizá lo que más le guste de este mundo. El problema aparece cuando llega el domingo y hay que volver a casa. Cuando empieza a olérselo, se "hincha" (como dice mi mujer), se le ve al borde del llanto, que luego estalla cuando ya en el coche nos ponemos en la carretera. En ese momento llegan los gritos y el que su hermana tenga que pagar el pato.
Este último fin de semana le estuvimos preparando para ello y parece que lo aceptó, pero siempre sustituyendo una cosa por otra. Se empeñó que al llegar a casa teníamos que ir al Corte Inglés (resulta que otra de sus "cosas" es entrar en los probadores, le encanta), algo que evidentemente no se hizo. Así que aplazó la perra hasta llegar a casa, y fue de las gordas.
¿Entra todo esto dentro de esa gran dificultad para entender sus emociones que tienen los niños con Síndrome de Asperger? No lo sé. Pero como algo hay que hacer, hemos empezado a utilizar las llamadas "historias sociales" que, si no lo hemos entendido mal, consisten en explicarle, con el apoyo de dibujos, lo que ocurre para que así lo llegue a entender, así como la manera en la que ha de reaccionar cuando se le presenten esas situaciones. Nuestro hijo a veces no entiende lo abstracto, pero interpreta bien lo gráfico y parece que en determinadas ocasiones ha funcionado, especialmente cuando le describimos el plan para el día, plan en el que hay cosas que le gustan mucho (bajar a la piscina) y otras que no tanto (hacer los deberes del verano).
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